' Absorto - Uróboros

Uróboros

De pronto una vorágine de luces y sonidos me devolvió a la realidad, salí de una ensoñación y estaba bailando, tocando, siguiendo a una chica que con entusiasmo encabezaba la serpiente humana, guiándola por la oscuridad de aquella fiesta, al son de ese samba salvaje. Mi aliento formaba una columna de aire sonora y potente, mis dedos la cortaban de maneras oblicuas, era un rugido grave que me salía del corazón, que empujaba con mi diafragma.

Toda mi fuerza vital reunida en ese punto que comprime mis pulmones, toda mi concentración en combatir la asfixia para sonar una nota más, y luego un silencio o dos para completar la frase, recuperar el aliento, y atacar con todas mis fuerzas en el siguiente compás.

El sax estaba sonando bien esa noche, su ronquido metálico era como una voz ultranatural, alta y envolvente. Construía pequeñas estructuras efímeras, las dejaba florecer, las iba descubriendo, revelando nota por nota, un sonido ahora, luego ninguno, luego otros tres o cuatro diferentes hasta generar un vacío momentáneo en la memoria, y luego volver al tema por sorpresa, a lo familiar, al deleite de saber con plenitud lo que depara el futuro.

Ritmos: repeticiones. Cuatro tiempos por compás, el mismo paso en cada tiempo, avanzando, dándole curvas a la sierpe, siguiéndola por toda la sala, entre gritos y tambores y timbales.

Tengo la recolección de como terminé en esta fiesta, en esta calle, en esta ciudad. Recuerdo que hace una hora se fue la luz, que la música se volvió percusiva y que me puse a tocar con abandono. Pero tanto como saber...

Pues no. No sé que hago aquí, ni qué pueda significar.

Ni sé quienes son estos que me rodean, ni conozco el nombre de la chica que nos lleva con sus maracas dando vueltas por doquier, enredándonos. Ni puedo ver los rostros o distinguir las voces de las personas que van cantando detras: "y mañana será otro día, y mañana será otro día".

Sólo reconozco el patrón de la música y la sensación entrañable de mi instrumento vibrando entre mis manos, contra mis dientes, vibra mi cara, mi pecho, mis brazos. Vibran mi cráneo y mi saxofón, de su campana fluyen ondas, con mis dedos controlo sus frecuencias, con mi cerebro muevo los dedos. Lo que voy tocando me lo dicta el universo, y me lo dicta mi mundo interior. Toma forma con la percusión, con los pasos de la danza que me guía, con las curvas de la chica, con la oscuridad y la fiesta.

Llévame, llévame a los armónicos del cuarto grado, acumula esa tensión. Más, más tensión, estamos casi ahí. Quinto grado: todo podría colapsarse en un momento, la cosa está que arde, no hay tiempo, no habrá tiempo, es imposible, insoportable. Resuelve, resuelve, resuelve, resuelve, resuelve...

¡Ahora! Se disipa, los armónicos de la tónica se confunden y disuelven con las trazas de las notas anteriores, la melodía cobra su sentido más rotundo, es una unidad plena, entera, fluida.

Pensamientos e ideas se desvanecen, sólo existe la ejecución, soy la música, soy el saxofón y su sonido, soy ese glissando, ese silencio, ese staccato, vibro en un vibrato, mis pasos me desplazan en automático, el mundo entero es pura periferia, en el centro está ese salvaje samba.

Lámparas y velas emiten luces voluptuosas, gargantas emiten risas y cantos. Ojos desorbitados absorben luz, pieles y tímpanos absorben vibraciones.

Superamos esta terrible brecha de soledad que nos separa, prendidos casi con ansiedad a este ritual. Por ahora somos todos hermanos, tenemos todos el mismo pulso, la misma ebriedad, el mismo destino. Y mañana será otro día y mañana será otro día y mañana será otro día y mañana será otro día y mañana...

2009-11-23

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