' Absorto - Ni sé con qué pretexto

Ni sé con qué pretexto

Una vez vi representada "Rosencrantz y Guildenstern han muerto". Es una obra sofisticada, ocurre en los lapsos fuera del escenario de una supuesta representación de Hamlet. Rosencrantz y Guildenstern, que son personajes secundarios en el guión de Shakespeare, acá son los protagonistas y su historia no tiene sentido para ellos por que está toda ella definida en función de lo que pasa en la de Hamlet. Se desenvuelven en un mundo que está más allá de su comprensión, son incapaces de entender actos y palabras. Sus memorias están incompletas, su percepción distorsionada.

Para más vértigo, la puesta en escena no estaba así que digamos cuidadísima. Tampoco ayudaba que se trataba del proyecto de tesis de una estudiante universitaria. Teatro amateur como el que más: producción pobrecita, actuaciones poco convincentes, dirección inexistente y así, así. Mas, como es una obra de teatro acerca de una obra de teatro, esas costuras tan visibles eran supuestamente deliberadas. Se suponía que tenía que verse así, medio mal actuado, un tanto mal producido. Ya te digo, una obra sofisticada, desas que requieren gran labor de interpretación por parte de la audiencia.

Acudimos por solidaridad con una amiga que tenía un papel. La mitad de la comitiva huyó durante el intermedio; estuvo bien, ni siquiera conocían Hamlet, realmente era mucho pedir. Nomás un amigo y yo persistimos hasta el final y fuimos recompensados con una invitación a la fiestita que la compañía organizó después.

Fue así como fuimos a parar a ese lujoso departamento, en ese lujoso condominio, en el corazón de Polanco. Teatro universitario, sí. Pero de La Ibero.

Deliciosos canapés, exquisita compañía. Copiosas cantidades de vinos dulces y embriagadores. Depronto me hallé en uno desos momentos extraordinarios. Siempre me desconciertan momentos así, tan alejados de mi experiencia común que bien podrían ser el pivote desde el que cambio de vida y cambio de nombre y paso a ser alguien más sin que nadie se de cuenta.

El alcohol confundía mi mente como el veneno de mil escorpiones. Algo resultaba irónicamente familiar: me desenvolvía en un mundo más allá de mi comprensión. Con amplias gesticulaciones alguien me explicaba algo; busqué a mi amigo: en el fondo de la habitación escuchaba otra conversación, comía quesos, apuraba otra copa. Incapaz de comprender actos y palabras me tambalee hasta la ventana. Afuera una lluvia leve hacía brillar a los árboles sobre el camellón, el rumor sordo de la ciudad llegaba como en olas. Era la media noche. ¿Cómo es que yo estaba ahí?

Pensé: nunca dejamos de ser los protagonistas de nuestra propia historia, aunque seamos los personajes secundarios de alguna otra. La cuestión era profunda, tenía que sentarme y ponderarla un rato. Una mecedora estaba sola, en el centro de la sala, abandonada a su plácido vaivén.

Me senté con demasiado entusiasmo, la silla se meció más allá de su arco natural y caí como un fardo, rodé por la alfombra, aturdido. Me incorporé entre las risas de la concurrencia, mi fiel amigo enderezaba la mecedora y me guiaba a la salida.

Caminamos por horas bajo la lluvia.

2008-10-14

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