' Absorto - La rebeldía es hacer que funcione.

La rebeldía es hacer que funcione.

Esa noche salí a ver la luna. Quería adentrarme en los campos, alejarme de los hombres. Quería estar en un lugar sin nombre. Guardar silencio en medio del silencio hasta discernir el rumor del viento entre las hojas, el sonido vegetal de los insectos, hasta olvidar minuciosamente cada palabra y cada idea.

Al pie de la puerta esperaba el camino, justo donde lo dejé al llegar. Lo seguí hasta que empezó a volverse pedregoso y dificil y entonces lo abandoné. Avancé por veredas umbrías, la luna apenas crecía en el horizonte. Era una noche estrellada, los ruidos de la ciudad y las ciudades se hacían cada vez más tenues.

Las veredas se perdieron al fin, consumidas por la vegetación. Pronto me hallé rodeado de nidos, ramas, rocas y musgo. Me detuve y esperé.

* * *

Acodado en el balcón contemplo el parque. Examino a un grupo de niños que juega entre los setos. ¿Cómo serían sus risas si supieran que en un recodo de la pubertad les esperan unas fiebres y un problema de conciencia? Discierno fragmentos de palabras, en su su lenguaje creo reconocer la fragua donde se forja la disposición del mundo.

Abunda la quietud, no se mecen los pocos árboles. Escucho el rumor constante y apagado de la avenida, a la distancia. Cuántos afanes, quehaceres y pasiones. Cuántos viajeros se desplazan.

La luz del medio día incide filtrada por la bruma de la ciudad. Escucho el agua de la regadera, ella se baña. Despertamos juntos e hicimos el amor, acaso por última vez. Hablamos poco, nos miramos entre sonrisas tristes. Hay un acuerdo tácito de despedida. Es demasiado pronto para recapitular, sé que en los años venideros volveré muchas veces a esta habitación, a este momento y a algunos previos. Sé por qué estoy aquí, sé por qué voy a irme. Sé que no voy a volver. Así que no pienso en ello. Trato de no pensar, es necesario estar alerta. Quiero absorberlo todo: sus libros, su caligrafía, la atmósfera de la tarde, el sexto piso y sus pasillos, el parque, los árboles, los silencios. Quiero interiorizar esta sensación de tenerla cerca, aquí al lado, entregada a sus actividades cotidianas.

Me embarga la melancolía con los versos de "Distante Instante" y encuentro natural escuchar ese blues en este balcón de Tlatelolco, este domingo, en estas circunstancias.

Lo desconocido prepara su irrupción con un súbito vacío.

2008-12-31

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