El intelecto resbalaba, incapaz de asirse a nada, por inercia creando estructuras contradictorias, obtusas. Se abismó en la desesperanza.
Cerré la puerta con llave y empecé a enloquecer. Fue un arrastrarse lento entre ideas perniciosas, obscuridades como escollos deformaban la línea de mi pensamiento. Apatía, indiferencia. Descendí hacia un caos de aristas afiladas.
Entonces la mente se me llenó de imágenes certeras. Cúmulos de detalles ordenados en un Sistema, como ideas que nacen así nomás y después se perfeccionan. Ahí estaban, colgando de líneas que se extienden hasta el infinito. Se mostraban enteras, colmadas de signos, se conectaban entre sí lógicamente, se sostenían formando una solidez impenetrable. Bloques de significado se ensamblaban con precisión, colores, formas, diezmil propiedades de la luz.
Saturación, intensidad. Deslumbrante brillo, insoportable. Cada vez más lejos del universo me sumergí en el ruido blanco. Todo perdió su identidad, no hubo más progresión desde lo interior, se rasgó la membrana que me separaba del mundo.
Perdí el conocimiento.
2010-11-15